“En España, el que tiene origen noble, toda su descendencia es noble, por más pobre y vaga que sea; al contrario, el labrador y el artesano, por más riquezas que hayan adquirido con su tráfico o industria, en beneficio y ventajas del Estado, si no nació noble, nunca lo será, si no se le concede tal privilegio por el rey. De ahí proviene que el mercader y el artesano que llegó a hacerse rico, se llena de vanidad y abandona el comercio y las artes y procura aplicar a sus hijos a los empleos que tienen por honrosos; y no de otra causa nace tanto número de frailes, abogados, escribanos, procuradores, agentes y otras personas de sobras”.
Eugenio Larruga, Memorias. 1781
DON CARLOS, POR LA GRACIA de Dios, (...)
(...) Sabed, que empleada constantemente mi Real atención en meditar los medios, que puedan contribuir al mejoramiento del comercio y felicidad de mis amados Vasallos, he creído que uno de los modos más propios para conseguir y facilitar este importante objeto, era el de conceder a todas las Provincias de España la salida de sus frutos y géneros por los Puertos de Sevilla, Cádiz, Málaga, Alicante, Cartagena, Barcelona, Santander Coruña y Gijón de esta Península; y por los de Palma y Santa Cruz de Tenerife en las Islas de Mallorca y Canarias, a fin de que puedan hacer el libre comercio, por Buenos Aires a las Provincias del Río de la Plata, Perú y Reino de Chile, incluyendo también los Puertos habilitados de aquellas Costas y logren en esta conformidad, así los habitantes de estos Reinos, como mis fieles Vasallos de aquellas Provincias de Indias mayor comodidad en los géneros y dar salida a sus frutos sobrantes...
(...) Sabed, que empleada constantemente mi Real atención en meditar los medios, que puedan contribuir al mejoramiento del comercio y felicidad de mis amados Vasallos, he creído que uno de los modos más propios para conseguir y facilitar este importante objeto, era el de conceder a todas las Provincias de España la salida de sus frutos y géneros por los Puertos de Sevilla, Cádiz, Málaga, Alicante, Cartagena, Barcelona, Santander Coruña y Gijón de esta Península; y por los de Palma y Santa Cruz de Tenerife en las Islas de Mallorca y Canarias, a fin de que puedan hacer el libre comercio, por Buenos Aires a las Provincias del Río de la Plata, Perú y Reino de Chile, incluyendo también los Puertos habilitados de aquellas Costas y logren en esta conformidad, así los habitantes de estos Reinos, como mis fieles Vasallos de aquellas Provincias de Indias mayor comodidad en los géneros y dar salida a sus frutos sobrantes...
Real cedula de S.M. y señores del Consejo en que se estiende el comercio-libre (1778)
El motín de Esquilache
En 1766, siendo rey de España Carlos III, se produjo el motín de Esquilache, una revuelta en la que se calcula que
participaron unas 40.000 personas en varias ciudades españolas, que estuvo a punto de poner en peligro la figura real.
Aunque el detonante de la revuelta fue la publicación de un bando municipal que regulaba la vestimenta de los
madrileños, habría que buscar las causas verdaderas en el hambre, las constantes subidas de los precios de los artículos
de primera necesidad y el recelo de los españoles a los ministros extranjeros traídos por Carlos III. El marqués de
Esquilache, de nacionalidad italiana, quería adecentar Madrid, pavimentando y alumbrando calles y creando paseos y
jardines. También dictó un bando prohibiendo la vestimenta castiza de la capa larga y el chambergo (sombrero de ala
ancha), con el pretexto de que, embozados, los madrileños podían darse anónimamente a todo tipo de atropellos y
esconder armas entre los ropajes, y que éstos debían ser sustituidos por la capa corta y el tricornio, de procedencia
extranjera. Pero, tras su publicación, el bando fue desobedecido por los madrileños. Entonces Esquilache recurrió a los
soldados para imponer su cumplimiento. Todo ello desencadenó un motín, en el que los amotinados asaltaron la casa
de Esquilache, destrozaron algunas farolas colocadas por el marqués y, finalmente, se dirigieron al Palacio Real para
hacer llegar al rey sus peticiones. Tras un enfrentamiento con la guardia real, en el que murió una mujer, un sacerdote
las hizo llegar al monarca. El rey aceptó con disgusto las exigencias populares. Con este hecho parece que la calma
volvió a reinar de nuevo en la ciudad. Pero, al enterarse al día siguiente el pueblo de que el rey había partido a
Aranjuez con su familia, el motín se recrudeció, se asaltaron almacenes de comestibles, cárceles y cuarteles. El motín
no cesó hasta que el rey hizo leer por las calles su respuesta ratificando su promesa de respetar las peticiones
populares, lo que consiguió calmar los ánimos. Una de las consecuencias del motín fue la caída en desgracia del
marqués de Esquilache y su posterior destierro.
El Motín de Esquilache, Goya.
También os dejo aquí un enlace a un ejemplo de desarrollo del tema de una muy buena página, del profesor Antonio Calero:
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